viernes, 31 de agosto de 2007

Fumador de corazones

Esta es la vida de un chico, un chico sencillo, un chico normal, un chico fumador en su corazón. Perdió la tranquilidad el día que empezó a fumar, fumaba por tranquilizarse sin saber que ese cigarrillo le rodeaba con un hilillo de humo. Sólo es un hilillo, sí, pero uno más. Uno tras otro esas etéreas hebras se van sumando, y van atrapando a este chico normal como si le rodeara una gruesa soga de amarre portuario.

Esa pretendido placer se tornó escape, el escape en pasatiempo, el pasatiempo en costumbre, la costumbre en vicio, el vicio en necesidad y la necesidad en dependencia … Diréis que sólo es humo lo que le atrapaba, pero ya era tarde ya que es humo lo que se había acostumbrado a respirar, oxígeno para su corazón. Alguna mala calada a un cigarrillo pasado le habían hecho perder el gusto, su sabor ya no era tal, aunque cualquiera que le besara, cualquiera que se acercara lo suficiente notaba el hedor a cenicero … Ya sólo cigarrillos negros podía fumar, del resto no supo nunca más.

Cenizas de un pasado que humean en el presente. Un chico sencillo, un chico normal … Un fumador solitario que busca la paz en la próxima calada sin disfrutar la que aún exhala por sus labios, aún recuerda ese primer cigarro, esa primera invitación, ese "buen amigo" que se lo descubrió.

miércoles, 29 de agosto de 2007

¡¡¡Arriba excursionistas!!!

Después de tantos años viviendo solo … Ya son diez, parece mentira cómo pasa el tiempo. Hace una semana estuvieron conmigo unos amigos con los que yo compartía aquellos días de la década pasada, parecía que el tiempo no había pasado, pero la cantidad de recuerdos acumulados en estos años dan fe de que sí han existido. Se han escurrido entre los dedos como arena de playa. Terminé mi carrera universitaria, hice varios cursos, varios empleos, varios domicilios, varias ciudades … Nuevos y grandes amigos/as, nuevas experiencias, mi despertar sexual, algunas parejas, más ligues …

Tanto tiempo y sigo con los mismos miedos, las mismas dudas. Muchas cosas me dicen que ha pasado el tiempo, pero siento que no ha pasado nada, me siento igual … ¿Joven? No sé si es que me siento así o es que mis temores ante la vida me hacen sentir así, que aún no he madurado lo suficiente. 31 años, casi 32, y realmente no me veo para nada con estos años. Hay tanto por hacer, tanto por vivir. Las grandes incógnitas en la vida siguen siendo eso, incógnitas. La soledad ante la falta de un amor que llene mi corazón, la incertidumbre ante una vida laboral temblorosa y frágil como la llama de una vela … Pero la salud ya no es lo que era, o quizás las preocupaciones ya no son las que eran, ya que el estrés empieza a pasar factura y la fuerza de voluntad como los viejos aires acondicionados ha perdido todo su gas.

La flecha que en vez de atravesar se quede clavada hasta lo más profundo, la chispa que prenda, el gas que enfríe … El punto de inflexión que me haga crecer como persona. Eso es lo que noto que me falta. Hasta Peter Pan necesita crecer y los Pokemon evolucionar. Necesito saber que estoy vivo, que la vida no pasa ante mis ojos si no que formo parte de ella. Necesito despertar de este Día de la Marmota y recuperar esa sonrisa robada.

sábado, 11 de agosto de 2007

Por qué he de dejar de ser un niño bueno

“Por mucho que te esfuerces no puedes ser malo. Eres una de las personas más carentes de maldad que conozco. Pero ser tan bueno no es bueno, en la vida hay que tener más malicia” Esa fue la frase, la lúcida frase, con la que un chaval de 21-22 años me dejó sin habla hace un par de días. El buen amigo Carlos se refería a mí, bueno es más bien un compañero de trabajo. Yo soy un cargo superior en su empresa y unos cuantos añitos mayor que él. Todo de muy buen rollo y con el mayor de los aprecios, es bonito que personas de tu equipo piensen así de uno. Algo que otra compañera corroboró en ese mismo momento con un gesto afirmativo ... Mi pequeño equipo de trabajo de una decena de personas, ese con el que llevo poco más de un mes ya me han adoptado con cariño y me animan con la frase de “estamos contigo”, es más, le añaden un diminutivo afectuoso a mi nombre siempre que se dirigen a mí. Es gracioso ... Supongo que los problemillas en el curro unen.

Y cuantas veces he oído eso de que tengo carita de bueno, tantas que ya me resulta molesto.

Hoy un amigo me ha dicho de venir a mi casa a pasar el fin de semana. Él, un noviete y una amiga ... A lo cual he contestado que él ya sabe que puede quedarse tantas veces quiera y el tiempo que quiera, pero que lo siento, no me hace mucha gracia meter gente que no conozco en mi casa. Su contestación fue: “¿Ni siquiera para ducharnos allí? Ya dormiremos en la playa. No voy a dejar a mi noviete y mi amiga tirados”. Este fin de semana dan lluvias, y estaría dispuesto a admitirles a él y a su chico. Pero paso de más extraños en casa. En anteriores ocasiones he dejado que se queden amigos de mis amigos, pero eso se acabó. Me siento ya como un tonto ¿realmente harían lo mismo conmigo estas personas a las que ofrezco mi hospitalidad? Y no lo digo por mis amigos, que sé que me quieren, lo digo por esas personas que no conozco y que después es más que probable no vuelva a ver nunca más ... ¿Harían lo mismo por mí? ¿Demostrarían esa hospitalidad conmigo? Los tiempos han cambiado mucho y los niveles de educación han caído en bolsa, no es un valor apreciado hoy en día. Ya me he sentido en más de una ocasión como un tonto al ver el “morro” que le echan algunos extraños en casas ajenas. Lo siento por mi amigo, pero ¿quién lo siente por mí?

Hay dos frases que me rondan la cabeza desde hace meses, dos posturas ante la vida que antes no compartía o no era conciente de ellas pero que la experiencia (o por lo menos las últimas experiencias) me han demostrado como ciertas:

“Si te comportas como un trapo te tratarán como un trapo”

“No pienso esforzarme por nadie si ese alguien no se esfuerza por mí”

Aunque podemos resumirlo en una palabra: Autoestima. Todo está en un serio problema de amor propio. Hay que quererse para que los demás puedan quererte, y dar las cosas con el valor que es justo. No regalar, dar a cambio de ... Dar cariño a cambio de cariño. Dar a quien lo merece, a quien se lo haya ganado. ¿Es egoísmo? Es más auto proteccionismo.

Como bien dice el amigo Carlos, hay que tener un poco de malicia, un poco de picardía y ser inteligentes a la hora de dar y a la hora de recibir. Demostrar un poco de inteligencia social, hacerse querer pero haciéndose respetar a su vez. Ser generosos, sí, pero poco a poco ...

martes, 7 de agosto de 2007

Escala de grises

Siempre se ha dicho que la vida no es ni blanca ni es negra, ni todo es tan bueno ni todo tan malo ... ¿Es entonces una escala de grises? Esa sensación es la queda muchas veces, a veces más oscura y a veces más clara, con sus chispazos de luz que ciegan como el estallido de una supernova y con abismos más negros que el carbón más requemado. Una escala infinita que explica esos vaivenes de la vida dejando tras de sí la esquemática y fría representación de una gráfica con sus valles y sus montañas, sus simas y sus cimas ... ¿Realmente sólo somos eso? ¿Sólo podemos aspirar a eso? Y más importante, ¿qué nos diferencia del resto? ¿El grado? ¿El tono? ... Somos una gráfica más.

Pues yo me resisto a pensar en eso, como Momo me resisto a vivir en un mundo dominado por hombres de gris. Sé que estoy encerrado en una celda fría, vacía, aislada, abandonada. Una celda de muros grises, de barrotes grises. Pero deseo más, quiero más como la insaciable Claudia de Entrevista con el Vampiro. Quiero una explosión de color, quiero una vida de colores intensos. Un día amarillo, un día rojo, un día turquesa ... Nada de colores pastel, los odio. De colores fuertes que me impulsen a seguir adelante, colores que sólo contemplarlos genere en mí gozo, disfrutar una vida plena y sanamente diferente. No es la diferencia por la diferencia, es dibujar mi mundo a mi modo de ser, un modo de ser que se siente extranjero en su propia casa ... Ahora cerraré los ojos, contaré lentamente, sólo contaré hasta diez y mi mente escapará de esos barrotes grises y volará más allá. ¿Adónde? Donde sea feliz. Lo haré, contaré. Seré libre. Merezco más, mucho más, lo sé. Ahora cierra los ojos conmigo, recógete en la oscuridad de tus párpados y contempla el color, disfruta de él y empieza a vivir.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Sistema caótico

Los rayos del alba y después cae el crepúsculo. Amanece y anochece. Del día a la noche, y vuelta a empezar ... Si tan repetitivo es el tiempo, si todo empieza igual que termina, porque pensamos que cada día cuando nos levantamos, cuando abrimos los ojos aún algo aturdidos en el revoltijo que ahora son nuestras sábanas, porque pensamos que este día será distinto ...

Según la Wikipedia “La teoría del caos es la denominación popular de la rama de las matemáticas y la física que trata ciertos tipos de comportamientos impredecibles de los sistemas dinámicos. Estos sistemas dinámicos se pueden clasificar en: Estables, inestables y caóticos. Un sistema estable tiende, según transcurre el tiempo, a un punto u órbita, según su dimensión (atractor). Un sistema inestable se escapa de los atractores, y un sistema caótico manifiesta los dos comportamientos. Por un lado, existe un atractor por el cual el sistema se ve atraído, pero a la vez, hay "fuerzas" que lo alejan de éste. De esa manera, el sistema permanece confinado en una zona de su espacio de estados, pero sin tender a un atractor fijo.”

Cada mañana, cuando abro los ojos y ya tras el primer aturdimiento del retorno al estado consciente, llego a la misma conclusión: Mi vida es un sistema caótico de la teoría del caos. Un sistema que aún dentro de las variaciones del entorno y de la permanente influencia de los elementos fijos, se mantiene “confinado en una zona de su espacio de estados, pero sin tender a un atractor fijo”. Como el Sistema Solar, sistema que se usa como ejemplo claro del sistema caótico, me mantengo siempre en movimiento, pero siempre en círculo. Círculo vicioso, asfixiante en muchas ocasiones, que como humo del tabaco resulta molesto pero inofensivo a primera vista, pero con cada nuevo envite crece en mi interior y mis pulmones no sé si aguantarán la próxima vez, el cáncer resulta ya muy enraizado.

Es como si cada mañana me levantara, y haciendo honor al dicho de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, me auto afirmo como un ser muy muy humano. Al salir a la terraza de mi casa para tomar el aire, casa que conozco de todos lo años que he vivido en ella, conozco hasta el más mínimo detalle, hasta el rincón más escondido ... Al salir a la terraza de mi casa sé que tengo la cristalera de la puerta, que aunque muy limpia y libre de huellas visibles, sé que está ahí. Entonces, ¿por qué vuelvo a tropezar con ella? Cada día lo mismo, tropiezo. Con mayor o menor estrépito, unas veces con un dolor intenso y otras uno tan leve que ni noto. Pero lo que permanece estable es la cara de tonto que se me pone tras el golpe, siempre la misma, como la primera vez ... Estos golpes los empiezo a asumir como algo inevitable, pero temo que en una de estas sea tan fuerte que no me pueda levantar o que por efecto de habituarme termine por no sentir nada. No sé qué sería peor.