miércoles, 24 de octubre de 2007

Viejo bucanero

Viento, lluvia, granizo ... El mal tiempo en estado puro, o por lo menos el más popular. Pero hay más, mucho más. Las cosas se vuelven malas cuando se ponen en contra de uno, como si de una confabulación se tratara. No es que se posicionen deliberadamente (o quizás sí) en tu contra, simplemente se interponen en tu vida como un nuevo obstáculo a superar ...

Imagina un océano de espejo bajo un cielo de un turquesa profundo coronado por un sol implacable, ¿qué diría un marinero de velero embarcado en esa inmensa mansedad de las aguas salinas? ¿Que el viento parece que ha ido a tomarse una cerveza fresquita al chiringuito? Calma chicha, o en términos más populares, mal tiempo. No hablemos de la sequía ... Hay un dicho que dice que no llueve nunca a gusto de todos, pero tampoco todos son turistas felizmente acangrejados cuando brilla el Lorenzo en las alturas .

Pero no todo es extremo, no todo está ahí fuera ... El ganador se alza con el título de tal cuando es capaz de adaptarse volviendo su ámbito a su favor, no tanto por transformar lo que le rodea, si no porque cambia su forma de ver y enfrentarse a su entorno.

Y puede, es posible, que el mal tiempo parezca mutar continuamente sin control impidiendo nuestra adaptación. Puede que dure este periodo más de lo que esperábamos. Es entonces cuando hay que echar anclas, afianzar cabos en nuestros pilares vitales más sólidos para aguantar el envite de la tormenta y sacar fuerza de ellos. Después ayudarnos de los amigos para desplegar todas nuestras velas, de la familia, y marcar un nuevo rumbo con todo el barlovento de su apoyo.

Está claro que la travesía hay que hacerla, que uno no puede esperar que otro capitán dirija tu nave. Hay que tomar el timón con fuerza y surcar las bravas e inconstantes aguas de la vida. Lo cual no quita que hasta el marinero más avispado no necesite del empuje del viento, la fuerza de la corriente y el vaivén de la marea. Estudia bien tus cartas de navegación, triangula tus bazas y haz tuyas las fuerzas de la mar. Siempre se necesita ayuda, y es labor tuya, sólo tuya, el saber enfocarla/pedirla con/para el mejor provecho.

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